En
algunos países es habitual que personas decidan vivir en la
naturaleza sin contacto con el ser humano o en pequeños grupos. No
es el caso de España. Ha habido algún caso de personas que dicen
haber visto a alguien “salvaje”, como sucedió en la Peña
Montañesa en el año 1993.
Pero,
igual si. Un día después haber acabado una ruta en la Sierra de
Guara me senté en una terraza a tomar un refresco. Se me acercó una
persona mayor, escuálida, con melena y barbas canas, pero con ropa
similar a la de un cazador.
Me
contó con palabras que le costaban pronunciar que me había estado
observando los últimos años recorriendo la sierra y que quería
contarme su historia. Nació en un pueblo abandonado en la
actualidad. Se fue de joven a una gran ciudad por discusiones con su
hermano mayor. Después de unos años tuvo que dejar la ciudad porque
no le iban bien las cosas y acumuló deudas.
Volvió
al pueblo, pero lo encontró, sorprendido, deshabitado. Al principio,
vivió en su propia casa, pero su historia pasada le podía complicar
que lo encontraran allí. Así, que decidió irse a vivir a una cueva
en un lugar alejado.
Durante
ese tiempo únicamente tuvo contacto con una persona que había
desertado de la guerra civil, pero ya murió hace muchos años. Él
le enseñó a sobrevivir en la naturaleza y, sobre todo, a no ser
localizado. Me repitió que era lo más importante.
Por
ejemplo, a no hacer fuego que pudieran localizarlos. En una cueva
profunda hacían carbón vegetal que luego utilizaban par calentarse
y cocinar. De esta forma la combustión era muy lenta y apenas hacía
humo. También, cómo conseguir ropa y utensilios que necesitaría
para la vida cotidiana, y a curarse de las enfermedades con hierbas.
Apenas
ya sabía hablar, tan sólo quería darme un mensaje. Decía que le
quedaba poco tiempo de vida y que llegado el momento, muy pronto,
iría a la cueva donde dejó a su compañero. Me dijo donde era, pero
que lo guardara en secreto salvo que alguien los encontrara por
casualidad. Entonces, si podría contar sus historias.
Parecía
que tenía prisa y estaba algo nervioso. Le fui a buscar un vaso de
agua, pero cuando salí ya no estaba. Acabé el refresco
tranquilamente asimilando lo ocurrido. De regreso a casa, dudaba si
lo sucedido ocurrió o no. Tal vez me puso algo en el refresco. Pero,
lo cuento por si acaso.
Daniel Vallés Turmo, 25 de febrero de 2020