En 1997, Barbastro se movilizó con fuerza. Más de 7.000 personas llenaron sus calles para exigir un Hospital Comarcal digno. En tres meses, se logró. La ciudadanía actuó unida, empujada por una causa clara, urgente y vital. Una pegatina bastó para encender la chispa.
Hoy, 27 años después, Barbastro afronta otro desafío, más silencioso, más complejo, pero no menos importante: la llegada de varias plantas de biometano a su entorno inmediato.
Dos proyectos están ya en fase de estudio. Un tercero mostró interés. El Ayuntamiento ha anunciado que denegará la compatibilidad urbanística a una planta en el Polígono Valle del Cinca. Pero la ciudadanía apenas se ha movilizado: una manifestación testimonial, unos pocos comunicados, algunas voces de alarma.
Y una sensación que flota en el ambiente: “esto no va conmigo”.
¿Qué ha cambiado?
No es que Barbastro se haya vuelto indiferente. Lo que ocurre es más sutil:
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Los procesos son largos, a veces de años, y la gente desconecta.
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No hay mecanismos reales de participación ciudadana: los vecinos no votan ni opinan sobre estos proyectos.
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Las instituciones no ofrecen información clara. La transparencia brilla por su ausencia: ni planos, ni distancias, ni afecciones, ni riesgos ambientales.
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La amenaza no parece inminente. No se ve, no se huele, no se siente… aún.
Mientras tanto, los promotores avanzan.
¿Y si la ciudad está tocando como la orquesta del Titanic?
En julio, Barbastro celebrará la 25ª edición del Festival del Vino del Somontano. Se espera una asistencia masiva, como cada año. Es un orgullo, una fiesta y una oportunidad económica.
Pero es inevitable la metáfora: mientras los turistas brindan, los proyectos de biometano siguen su curso, y el modelo de ciudad —turística, agrícola, vitivinícola, natural— puede estar amenazado a medio plazo.
¿Y qué hacemos?
La solución no es rechazar la innovación. Es exigir transparencia, participación, planificación territorial sensata. Si otras comunidades como Castilla y León han empezado a regular con distancias mínimas y límites de residuos, ¿por qué Aragón no?
Si un pueblo como Jambrina (Zamora) ha logrado paralizar una planta con la presión vecinal, ¿por qué no Barbastro, que ya lo hizo una vez?
Conclusión
Barbastro no ha cambiado. Lo que ha cambiado es el contexto, la urgencia percibida y la forma en la que se participa. Pero la conciencia cívica sigue ahí. Solo necesita un cauce claro, una chispa, una pegatina que diga:
“Por nuestro Somontano, por nuestra salud, por nuestro futuro”.
Articulo realizado con la ayuda de ChatGPT
Daniel Vallés Turmo