martes, 25 de febrero de 2020

El Yeti de Guara

Esta entrada forma parte de la serie Caminos de Vida. El número 38.


En algunos países es habitual que personas decidan vivir en la naturaleza sin contacto con el ser humano o en pequeños grupos. No es el caso de España. Ha habido algún caso de personas que dicen haber visto a alguien “salvaje”, como sucedió en la Peña Montañesa en el año 1993.

Pero, igual si. Un día después haber acabado una ruta en la Sierra de Guara me senté en una terraza a tomar un refresco. Se me acercó una persona mayor, escuálida, con melena y barbas canas, pero con ropa similar a la de un cazador.

Me contó con palabras que le costaban pronunciar que me había estado observando los últimos años recorriendo la sierra y que quería contarme su historia. Nació en un pueblo abandonado en la actualidad. Se fue de joven a una gran ciudad por discusiones con su hermano mayor. Después de unos años tuvo que dejar la ciudad porque no le iban bien las cosas y acumuló deudas.

Volvió al pueblo, pero lo encontró, sorprendido, deshabitado. Al principio, vivió en su propia casa, pero su historia pasada le podía complicar que lo encontraran allí. Así, que decidió irse a vivir a una cueva en un lugar alejado.

Durante ese tiempo únicamente tuvo contacto con una persona que había desertado de la guerra civil, pero ya murió hace muchos años. Él le enseñó a sobrevivir en la naturaleza y, sobre todo, a no ser localizado. Me repitió que era lo más importante.

Por ejemplo, a no hacer fuego que pudieran localizarlos. En una cueva profunda hacían carbón vegetal que luego utilizaban par calentarse y cocinar. De esta forma la combustión era muy lenta y apenas hacía humo. También, cómo conseguir ropa y utensilios que necesitaría para la vida cotidiana, y a curarse de las enfermedades con hierbas.

Apenas ya sabía hablar, tan sólo quería darme un mensaje. Decía que le quedaba poco tiempo de vida y que llegado el momento, muy pronto, iría a la cueva donde dejó a su compañero. Me dijo donde era, pero que lo guardara en secreto salvo que alguien los encontrara por casualidad. Entonces, si podría contar sus historias.

Parecía que tenía prisa y estaba algo nervioso. Le fui a buscar un vaso de agua, pero cuando salí ya no estaba. Acabé el refresco tranquilamente asimilando lo ocurrido. De regreso a casa, dudaba si lo sucedido ocurrió o no. Tal vez me puso algo en el refresco. Pero, lo cuento por si acaso.


Daniel Vallés Turmo, 25 de febrero de 2020