miércoles, 16 de julio de 2025

Solo y sin oxígeno: lo que aprendí subiendo mi montaña más difícil

1. Introducción: El símbolo de la montaña en solitario

Cuando era adolescente, uno de los libros que más me marcó fue Solo. Nanga Parbat (1980), de Reinhold Messner. La historia de su ascensión en solitario, sin oxígeno, en una de las montañas más peligrosas del planeta, me dejó una huella profunda. No solo por la hazaña técnica, sino por el coraje silencioso que implica subir completamente solo, con la conciencia constante de que cualquier error podía ser el último.

Solo, Nanga Parbat

2. Primeras aventuras: del ideal al riesgo real

En aquellos años empezaba a adentrarme en el mundo del montañismo y alpinismo, siempre con prudencia. Aunque hubo momentos de riesgo. Uno especialmente quedó grabado: el rescate en el Pico Cabrioulets en 1984. (Ver El Afán de Explorar).

Aquel rescate me enseñó algo que nunca he olvidado: en la montaña —como en la vida— no hay épica sin riesgo, pero tampoco sin respeto.


3. Una década de soledad voluntaria: las rutas del Altoaragón

Más adelante, pasé casi diez años haciendo rutas en solitario por el Altoaragón, preparando recorridos para senderistas. La soledad, esta vez, no era una imposición, sino una herramienta de exploración interior. Aprendí a tomar decisiones sin depender de nadie, a escuchar mi cuerpo, a anticipar el peligro. A vivir sin oxígeno ajeno.

Portadas de Guías de senderismo

4. El otro Nanga Parbat: cuidar y resistir

Mi mayor cima, sin embargo, no ha sido una montaña. Fue cuidar a mi madre durante trece años hasta que dejó esta dimensión mundana. Dejé un buen trabajo tras estudiar Psicología en Barcelona y un MBA en ESADE. Lo dejé todo para estar donde más hacía falta.

Mis mentores de ESADE decían: "Pueblo pequeño, infierno grande”, me advirtieron. Y algo de razón tenían: viví el aislamiento, la incomprensión… incluso el acoso laboral. Defender tus principios en ciertos entornos puede salir caro. Muy caro (Ver La vida sin mí: lo que se ve cuando uno desaparece por un instante).

Pero lo volvería a hacer. Es mejor vivir de pie que de rodillas. Es la diferencia entre la esclavitud y la libertad. Y es la libertad lo que nos hace humanos.

5. Nueva etapa: reinicio desde la cima personal

Ahora, tras varios años sin trabajo, comienzo una nueva etapa profesional en la Seguridad Social el próximo 28 de julio. Siento que, como Messner en el Nanga Parbat, he subido mi montaña más difícil. Solo. Y sin oxígeno.

Pero también con más fuerza que nunca. Con los pies firmes. Y con la certeza de que las cimas más altas no siempre tienen nieve en la cumbre. A veces, lo más alto está en lo más cotidiano: volver a empezar con serenidad


6. Epílogo: Solo y sin oxígeno… pero vivo

Cuando leí Solo. Nanga Parbat, de Reinhold Messner, siendo apenas un adolescente, no sabía que aquella metáfora del alpinista en solitario, sin oxígeno y contra todo pronóstico, se convertiría en un símbolo de mi propia vida.

He tenido que subir mis propias montañas. Algunas de piedra y nieve, como el Cabrioulets en 1984. Otras mucho más silenciosas y largas: cuidar de mi madre durante trece años, dejar atrás una carrera prometedora, resistir situaciones laborales injustas, y volver a empezar casi desde cero.

Como en el Nanga Parbat, muchas veces caminé sin oxígeno: sin apoyos, sin reconocimiento, sin certezas. Pero seguí.

Y por eso, este mensaje no es solo mío. Es para todas esas personas que, sin hacer ruido, están escalando su montaña personal. Para quienes han tenido que parar, cuidar, callar, sostener, reinventarse. Para quienes están subiendo solos, con el corazón agotado pero la voluntad intacta.

A todos ellos, a todos vosotros, os digo: no estáis solos. Somos muchos los que caminamos así. En silencio. Con paso firme. Solo y sin oxígeno… pero vivos. Y avanzando.

“La cima más alta no siempre está en la montaña.”

Daniel Vallés Turmo

Julio de 2025