1. Introducción: El símbolo de la montaña en solitario
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Solo, Nanga Parbat |
2. Primeras aventuras: del ideal al riesgo real
Aquel rescate me enseñó algo que nunca he olvidado: en la montaña —como en la vida— no hay épica sin riesgo, pero tampoco sin respeto.
3. Una década de soledad voluntaria: las rutas del Altoaragón
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Portadas de Guías de senderismo |
4. El otro Nanga Parbat: cuidar y resistir
5. Nueva etapa: reinicio desde la cima personal
Pero también con más fuerza que nunca. Con los pies firmes. Y con la certeza de que las cimas más altas no siempre tienen nieve en la cumbre. A veces, lo más alto está en lo más cotidiano: volver a empezar con serenidad
6. Epílogo: Solo y sin oxígeno… pero vivo
Cuando leí Solo. Nanga Parbat, de Reinhold Messner, siendo apenas un adolescente, no sabía que aquella metáfora del alpinista en solitario, sin oxígeno y contra todo pronóstico, se convertiría en un símbolo de mi propia vida.
He tenido que subir mis propias montañas. Algunas de piedra y nieve, como el Cabrioulets en 1984. Otras mucho más silenciosas y largas: cuidar de mi madre durante trece años, dejar atrás una carrera prometedora, resistir situaciones laborales injustas, y volver a empezar casi desde cero.
Como en el Nanga Parbat, muchas veces caminé sin oxígeno: sin apoyos, sin reconocimiento, sin certezas. Pero seguí.
Y por eso, este mensaje no es solo mío. Es para todas esas personas que, sin hacer ruido, están escalando su montaña personal. Para quienes han tenido que parar, cuidar, callar, sostener, reinventarse. Para quienes están subiendo solos, con el corazón agotado pero la voluntad intacta.
A todos ellos, a todos vosotros, os digo: no estáis solos. Somos muchos los que caminamos así. En silencio. Con paso firme. Solo y sin oxígeno… pero vivos. Y avanzando.
“La cima más alta no siempre está en la montaña.”
Daniel Vallés Turmo
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