sábado, 16 de agosto de 2025

La fiesta de Sarsa de Surta: memoria, reencuentro y tradición cada 15 de agosto

La fiesta de Sarsa de Surta

El 15 de agosto, Sarsa de Surta deja de ser un lugar silencioso para llenarse de pasos, abrazos y conversaciones. Es el único día del año en que los descendientes de esta población nos reencontramos. La jornada comienza con la misa, seguida de una comida que reúne a varias generaciones alrededor de la misma mesa.

Mi relación con Sarsa de Surta es íntima: mi padre nació aquí, en Casa Juan Vallés, como conté en la entrada El Camino del Abandono. No tengo casa en el pueblo; la de mi familia está en ruinas. Aparco junto a sus muros y cada año la vegetación la cubre un poco más, como si quisiera guardarla para sí. Han pasado 40 años desde que visite el pueblo con mi padre Pedro Vallés Villacampa cuando estaba totalmente abandonado.

Casa Juan Vallés, cada año más cubierta por la vegetación.

Este año, el acceso al campanario se ha renovado y he subido hasta lo más alto. Allí, la campana parece vigilar el valle y recordar que, aunque suene poco, sigue viva. El nuevo párroco, Nacho, venía por segunda vez a la fiesta. Y hay un detalle curioso: esta campana viajó en su día hasta Robres, que fue el primer destino donde él ejerció como sacerdote. Años después, regresó a Sarsa de Surta, cuando algunas casas comenzaron a rehacerse. Un objeto que, como nosotros, ha hecho su propio viaje de ida y vuelta.

La campana, otra vez en marcha el día grande.
Recuerdo a los que descansan en Sarsa de Surta.
Este año he visto muchas mejoras en la señalización de las rutas de senderismo que no existían cuando hice la Guía de la Sierra de Guara Oriental.
En la comida hemos sido 88. Antes la preparaban los vecinos; ahora llega con un catering que facilita la organización, pero mantiene intacto el espíritu de compartir. Después llega el guiñote, con su mezcla de risas, rivalidad y juego.
La comida: 88 comensales y muchas conversaciones cruzadas.
Antes de llegar a Sarsa de Surta, hago siempre una parada en Labuerda, el pueblo de mi madre Amparo Turmo Barrabés. Allí visito el cementerio de Labuerda, un gesto sencillo que para mí es una forma de honrar a mi madre y sus padres Antonio Turmo Turmo y María Barrabés Espuña. Desde el camposanto se abre una vista serena del pueblo, con la Peña Montañesa como telón de fondo. Después paseo por sus calles, que guardan todavía la memoria familiar.
Labuerda desde el cementerio

El recorrido se convierte así en un pequeño ritual: salgo de Barbastro hacia Labuerda (53 kilómetros), continúo hasta Sarsa de Surta para la fiesta y, al regresar, tomo la carretera por La Mata. En total son unos 147 kilómetros y alrededor de dos horas y media de viaje. Más que un trayecto, es un camino de recuerdo y de reencuentro. Además de ser el territorio donde vivieron mis antepasados que tantas veces he recorrido, el viejo Sobrarbe.
 

El camino que me lleva a Labuerda y a Sarsa de Surta no es solo un recorrido de kilómetros, sino un viaje hacia mis raíces. Al honrar a mis padres y reencontrarme con quienes compartimos memoria, siento que la vida sigue tejiéndose entre pasado y presente.

Hace cuarenta años recorrí el camino del abandono, cuando aquel mundo se desmoronaba. Hoy, cada 15 de agosto, hago el camino del reencuentro. Mientras algunas casas vuelven a la vida, la de mis padres en la carretera se hunde poco a poco bajo la vegetación, hasta que un día ya no se vea. Es el abandono que avanza cada año, pero también la prueba de que la memoria permanece en nosotros, aunque las piedras desaparezcan.


Contenido desarrollado por el autor con el apoyo de herramientas de redacción asistida.

Daniel Vallés Turmo

Agosto de 2025

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