Cada
vez que subía a visitar a mi tío José María de Serraduy y le
hablaba de las rutas que hacía, siempre me preguntaba lo mismo,
“¿Cómo es ese país?”, refiriéndose a como era el paisaje.
Quería que le describiera el terreno.
Entonces
no entendía bien el motivo de su pregunta, pero ahora tras 1.300
kilómetros de rutas documentadas, comprendo perfectamente a qué se
refería. El paisaje es como el documento de identidad de un entorno
determinado. Como la foto que se queda fija en la retina cuando va
pasando el tiempo. En parte, la huella humana que dejamos en la
naturaleza.
Cuando
comencé el blog Caminos de Barbastro en el año 2012 no tenía esa
percepción del paisaje como identidad. Si tenía claro que quería
documentar caminos tradicionales y darles un contexto de
interpretación histórico.
Ha
sido en el último año, al publicar las cinco guías, que he
recobrado esa percepción de integración. De hecho, la realización
de cada una de ellas ha sido un verdadero diálogo con el entorno en
sus distintas dimensiones de naturaleza e historia.
Unas
guías en las que he intentando plasmar una visión global del
territorio para posibilitar la reflexión y no únicamente el
conocimiento parcial de la entrada de una ruta concreta que se puede
consultar en el blog.
Mi
primer acercamiento fue al entorno del municipio de Barbastro
(Caminar en Barbastro) donde describo 30 rutas que permiten conocerlo
íntegramente. El paisaje que más caracteriza este territorio es su
parte sur por donde pasa la formación de yesos, llamadas las
“chesas”. De hecho, 14 rutas están dedicadas a este lugar tan
peculiar.
En
mi recuerdo queda el sosiego de andar por una pista plateada entre
colinas blanquecinas y los campos de cereales que serpentean entre
ellas. Entre tanto y tanto encontrarte una casa de campo escavada en
la roca con el techo cubierto de vegetación y una era cercana para
trillar.
Chesas de Barbastro. El Pueyo al fondo |
El
río Vero ha permitido regar sus huertas durante cientos de años.
Todavía queda una zona inalterada de lo que fue la huerta árabe,
que merecería la pena proteger antes que se vayan convirtiendo en
grandes campos de cultivo. Un mosaico de pequeños campos tejido de
acequias de barro milenarias.
En
la última revisión de la guía, he añadido 3 rutas para recorrer
el bosque de ribera junto al río Vero. Un paisaje al que hemos
vivido de espaldas y que merece conocerlo para sentirse envuelto por
la naturaleza. Un grupo de vecinos han hecho posible redescubrir este
tesoro que teníamos tan cercano.
Apenas
dejar las últimas casas de Barbastro y seguir un sendero sombreado
por los árboles junto a la corriente. No parar de escuchar a los
pájaros que nos acompañan todo el trazado con su canto jovial.
La
segunda guía (Camino de San Ramón) es todo un ejercicio de
descubrir la ruta que siguió el obispo en su destierro en el año
1116. Un trazado longitudinal de 138 kilómetros que disecciona el
paisaje que nos encontramos desde Barbastro hasta la frontera con
Francia recorriendo la comarca de la Ribagorza.
Similar
ejercicio es el que realizo con la tercera guía (Caminar Sobrarbe).
Un homenaje al paisaje de las cabañeras milenarias y a lo sistemas
de fortalezas que nos encontramos en su recorrido de sur a norte.
Las
dos últimas guías están dedicadas a dos sierras muy poco
conocidas: Sis y La Carrodilla. La de Sis impacta con su larga loma
de pastos que transcurre de norte a sur y los pasos llamados “grados”
para poder atravesar la parte de conglomerados.
Caminar
durante más de 12 kilómetro recorriendo la loma cimera de la Sierra
de Sis es una experiencia que merece ser vivida. Y, de vez en cuando,
sorprendernos por los enigmáticos círculos megalíticos que nos
vamos encontrando.
Loma de la Sierra de Sis. Círculo megalítico |
La
Sierra de la Carrodilla es un verdadero museo con un paisaje
esculpido durante millones de años por la naturaleza y decena de
miles por el ser humano. Además de las formaciones calizas, resalta
de su paisaje los extensos prados interiores protegidos por las
colinas de la sierra y las cuevas con pinturas del neolítico en
parajes de singular belleza como son el caso de las cuevas del Forau
del Cocho subiendo al Buñero o la cueva de Engardaixo en el barranco
de los Cigués.
Al
documentarme para confeccionar las guías, me he ido dando cuenta de
mis carencias en muchos aspectos, que ido subsanando con el estudio y
con el consejo de personas expertas en variadas disciplinas. Aquello
de que cada vez “sé que sé menos”.
Desde
mi paso por la Escuela de Magisterio de Huesca he de agradecer el
papel que tuvo el profesor Chesús Vázquez para inculcarme la
pasión por la toponimia. Conocer el significado de cómo denominamos
al territorio es fundamental para interpretar el paisaje humanizado.
El
profesor José Antonio Cuchi ha sido muy paciente cuantas veces me he
acercado a su despacho para que me aclarara las formaciones
geológicas. Eso de la escala de millones de años, no lo llevo muy
bien.
Internet
ha sido una herramienta fundamental para poder acceder a artículos
de historia que he necesitado. Fundamental fue “Historia de la
Ribagorza” de Manuel Iglesias por su pasión y conocimiento del
terreno, así como el detonante de inspiración que supuso para
iniciar la primera guía.
En
este proceso, he aprendido a valorar la labor de cualquier persona
que ha intentado documentar este hermoso lienzo de paisajes donde me
ha tocado vivir, especialmente del Somontano de Barbastro y comarcas
próximas.
He
tenido personas inspiradoras como Félix de Azara. El paisaje de
carrascas que rodea Barbuñales me acercan a ese mismo bosque
humanizado que él pudo contemplar hace dos siglos en su tierra
natal.
Recuerdo
de niño como el naturalista David Gómez traía crías de cernícalo
al local del Grupo Scout San José de Calasanz que teníamos en el
Colegio de los Escolapios. Todavía queda en mi memoria la pasión de
sus ojos y voz entusiasmados cuando hablaba de las aves rapaces del
Somontano, así como el tacto del plumón de aquellas pequeñas
criaturas que con tanto amor cuidaba.
Muy
recientemente, disfrutar el conocimiento de la flora de Juan Manuel
Sanz y su capacidad de difundirlo a quienes le rodean, tanto en
excursiones, charlas como en Internet con su blog Roca y Flor.
Pajar y era en el Camino de las Jareas, Barbastro |
Me
gustaría poder traspasar los límites del tiempo y mantener un
diálogo en la mesa de piedra que se encuentra en lo alto del
monasterio del Pueyo con estos tres naturalistas nacidos como yo en
el Somontano.
Rescatar
por un momento a Félix de Azara de su reposo en la Capilla de los
Lastanosa en la catedral de Huesca y al malogrado David Gómez del
cementerio de Barbastro. Subir andando con Juan Manuel Sanz desde
Barbastro por el camino del Pueyo y encontrarnos con ellos.
Contemplar
juntos el inmenso paisaje que se contempla desde esta atalaya natural
hacia los cuatro puntos cardinales, presidiendo el Somontano y
saboreando las vistas del Pirineo Central y las Sierras Exteriores.
Me
gustaría conocer la opinión de Félix de Azara de los cambios en el
paisaje tras dos siglos o la de David Gómez, aunque apenas hayan
pasado 12 años desde que nos dejó. Ya sé que no es posible este
encuentro, pero el imaginarlo nos puede ayudar a reflexionar.
A
pensar sobre qué paisaje queremos legar a las próximas generaciones
y sobre el difícil equilibrio de un desarrollo sostenible. ¿Qué
huella podemos y queremos dejar en este paisaje que nuestros
antepasados han cincelado durante decenas de miles de años?
A
darnos cuenta que tan sólo somos inquilinos temporales de un frágil
ecosistema que ha sido construido con mucho esfuerzo durante
centenares de generaciones que han ido pasando el testigo a la
siguiente. Y que nosotros, somos una más.
Acabar
el encuentro viendo atardecer mientras las sombras se van haciendo
más grandes y se diluyen las formas. Unos volver al eterno retorno y
otros a casa, refrescando en la memoria la hermosura del paisaje con
el que hemos dialogado y, deseo, lo puedan seguir continuando las
próximas generaciones.
Daniel
Vallés Turmo, 11 de junio de 2017