Al caminar por las calles de nuestras ciudades, cada vez es más frecuente ver repartidores cargados de paquetes o personas que recogen sus pedidos en puntos de entrega automatizados. El comercio ha cambiado. La forma de comprar —y de relacionarnos con nuestro entorno— también.
En esta nueva ecuación que combina eficiencia, privacidad y sostenibilidad, se está redibujando el mapa del consumo. Ya no siempre esperamos el paquete en casa. A menudo somos nosotros quienes damos ese último paso: el último kilómetro. Un trayecto breve, pero cargado de significado.
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Amazon Locker |
Mientras los gigantes digitales consolidan su poder logístico, aparecen dark stores —almacenes sin acceso al público que preparan pedidos online—, invisibilizando el comercio de calle. Algunas ciudades como Barcelona han comenzado a poner freno a este modelo: en 2023 prohibió estos espacios en su centro urbano, en defensa del comercio de proximidad y la vida vecinal. Porque acabaría con las tiendas de barrio de alimentación.
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Dark Store |
Sin embargo, en muchas otras localidades, el reto no está en prohibir, sino en reimaginar. Es aquí donde emergen casos como el de Almacenes Somontano, en Barbastro:
Una empresa de toda la vida, dedicada a la venta de piensos, semillas, plantero, aves de corral, material ganadero y fitosanitarios, que ha sabido sumar a su actividad una función moderna y estratégica: ser punto de recogida de Amazon en la ciudad.
Este giro no solo le permite mantener la actividad y atraer nuevo público, sino que también reconecta a los vecinos con un comercio que ya conocían, dándole una nueva razón para visitarlo. El último kilómetro, en este caso, no se convierte en un obstáculo, sino en una oportunidad: la recogida de un paquete se convierte en un gesto de comunidad, una excusa para una conversación, un vistazo a la tienda.
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Almacenes Somontano de Barbastro |
Según datos de la consultora NERA, el comercio electrónico en España representó el 7 % del comercio minorista en 2022, y sigue creciendo. Pero también muestra que las pymes que se han digitalizado no solo sobreviven: muchas mejoran sus ventas físicas.
Lejos de excluirse, lo digital y lo local pueden coexistir, si se integran con inteligencia. Es papel de las administraciones públicas a ayudarles en esa digitalización que sea real y traiga ventas para sostener el negocio. No subvenciones a consultoras que implantan soluciones para todos que no ayudan a nadie, salvo a ellas mismas.
Y nosotros, ¿Qué papel jugamos como consumidores?
En última instancia, el futuro del comercio tradicional no solo depende de normativas, plataformas o estrategias logísticas. Depende también de nuestras decisiones cotidianas.
- ¿Una ciudad de escaparates cerrados y aceras ocupadas por furgonetas?
- ¿O una ciudad con comercios vivos, donde el último kilómetro no es solo un tramo logístico, sino un espacio de vínculo, identidad y confianza?
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Comprando en un comercio tradicional. Fuente |